Disfrutar de la belleza que nos regala la primavera con su estallido de vida es una de las grandes celebraciones populares que llevan a cabo en Japón con el hombre de hanami (花見), qué significa ver u observar las flores.
Cada año, por estas fechas, la floración del cerezo concentra la atención de los japoneses como símbolo de esta entrada en la estación más florida del año. No tienen que desplazarse al campo, sencillamente porque muchos de sus parques están llenos de ellos.
Una fiesta de la naturaleza
Observar la floración de los cerezos a finales de marzo y abril, en efecto, es una de las grandes pasiones de los japoneses, una costumbre muy antigua, que se remonta al periodo Nara, entre los años 710 y 794 d. C.
Como prácticamente nada en este mundo acaba estando totalmente separado de lo práctico, hay que apuntar que el momento de florecimiento del cerezo coincide con el inicio de la temporada de plantación del arroz. En el pasado, de hecho, se hacían ofrendas a los dioses bajo los cerezos en flor para pedir una buena cosecha, y actualmente lo más destacado en este plano más material podría ser su lado turístico. No en vano, se trata de uno de los mayores reclamos turísticos del país en primavera.
Volviendo a su lado más espiritual, ese que nos conecta con la naturaleza, el hanami es una demostración de respeto por el entorno. Son solo un par de semanas el plazo que tienen los japoness para disfrutar de las delicadas flores que adornan los árboles, los parques, los paisajes urbanos y campestres.
Las nuevas tecnologías ayudan a disfrutarlo, una clara demostración de la utilidad que pueden tener las tecnologías de la información para fomentar la concienciación y responsabilidad con el medio ambiente.
Por otra parte, la contemplación del florecimiento de las flores en general, aunque la flor del cerezo es la más representativa, de lejos, es una ocasión para compartir unas horas de charla en buena compañía, junto a cerezos en flor a los que dedican su atención. Familias enteras, amigos y compañeros de trabajo se reúnen para hacer algo tan importante y tan simple: observar las flores.
Es una celebración social que sobre todo festeja algo tan profundo como el vínculo con la tierra, con lo natural. En este sentido, se trata de una vuelta a lo natural o, si se quiere, de no perder las raíces y el respeto por el entorno, una manifestación cultural especialmente significativa en una sociedad como la japonesa, tan tecnologizada.
La sencillez de una flor fascina, llama la atención en un acto volitivo que si bien constituye un recordatorio de lo importante que es para la supervivencia, por otro se debe a la influencia de la religión shinto, impulsora de un fuerte sentimiento de cercanía con la naturaleza, una sensación que la llegada del budismo siglos después conservó e incluso potenció.
Por lo tanto, el hanami es una manifestación de esta relación hombre naturaleza que tan arraigada está en la sociedad japonesa. De hecho, los cerezos son considerados entidades de tipo divino. Acercarse a un cerezo y contemplarlo significa venerarlo, una observación de lo simple que se relaciona también con la importancia que para el japonés tiene la sencillez.
La humildad de mirada, el observar a cualquier elemento de la naturaleza con atención y sencillez está en la base de su arte, su filosofía, religión y sentido a la vida. Toda una lección de la que podemos aprender en muy distintos sentidos, desde el autoconocimiento hasta el respeto del entorno. Porque amar la naturaleza significa mucho más que respetarla, y la ecología tiene mucho que ver con ello.