La huella de carbono de viajar en avión


Los viajes en avión son un auténtico atentado contra el medio ambiente, pues constituyen una de las actividades emisoras de carbono más masivas que podemos llevar a cabo.

Para hacernos una idea, cada hora de vuelo nuestra huella de carbono aumenta de media 435 kg de dióxido de carbono (CO2), además de otros gases de efecto invernadero. Los vuelos intercontinentales suelen llevar a más pasajeros, por lo que el consumo es menor, pero poco se lleva. Así las cosas, es fácil entender que si reducimos el número de vuelos también bajará de forma importante nuestra huella.

Nuestra aportación verde al planeta mejoraría significativamente si adoptáramos hábitos de consumo más sostenibles o, al menos, si nos fijáremos en esta cuestión, lo que incluye nuestra elección del medio de transporte. Salvando los desplazamientos muy esporádicos en los que es obligatorio tomar el avión, también es cierto que una interesante opción es empezar a primar destinos más cercanos, que precisen medios de transporte menos contaminantes que el avión y que, por lo tanto, representen una una huella de carbono menor.

Desplazamientos más sostenibles

Hoy por hoy, el turismo responsable y sostenible es algo insólito y difícil de prácticar incluso teniendo una actitud verde, pero una mayor sensibilidad al respecto haría una gran diferencia a nivel de emisiones globales. Sin duda, más concienciación sumada a gestos verdes dentro de lo posible serían todo un avance.


En cuanto a otros tipos de transporte -el transporte supone un 40 por ciento de las emisiones de carbono de origen humano-, la movilidad más sostenible pasa por coger menos el coche y utilizar el transporte público o bien ir andando o en bicicleta. De nuevo, si se utiliza el automóvil, hay que hacerlo de forma racional. Una buena opción es el tren en lugar del coche o el avión.

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