En Europa, prácticamente, la totalidad de la población respira aire contaminado, según los últimos datos por la Organización Mundial de la Salud en los que a su vez se refleja que en todos los países se incumplen los estándares recomendados. Y, a pesar de la mejora de la calidad del aire en 2021 como consecuencia de la pandemia, este tipo de contaminación es la responsable de alrededor de 30.000 muertes en España. La mayoría de ellas se debe a las partículas PM2.5.
Los datos
Los últimos estudios de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) y de la OMS relacionados con la repercusión sanitaria de la contaminación atmosférica son más que preocupantes por su vinculación con la mortalidad.
Los datos de 2019 reflejan que las muertes prematuras en los países europeos por la mala calidad del aire ascendieron a 400.000. De ellas, 373.000 por exposiciones a partículas inferiores a 2,5 micras de diámetro (PM 2,5), 48.000 por exposición a dióxido de nitrógeno (NO2) y 19.000 por exposición al ozono troposférico.
En el caso de España, los datos también son preocupantes. En concreto, las muertes por la contaminación se elevaron a 30.000 de las que 23.300 fueron por partículas PM2,5, mientras que 6.250 se corresponden con NO 2 y 1.820 por ozono. Esto supone duplicar los 16.000 fallecimientos prematuros anuales que se recogían en las estimaciones de hace 20 años aproximadamente.
El impacto
Estas muertes prematuras por contaminación, así como la pérdida de días de trabajo por la contaminación del aire ambiente y el interior de las viviendas, tiene un importante impacto económico. Por ejemplo, el Banco Mundial lo cifró en 38.000 millones de euros en el año 2013, lo que equivale al 3,5% del Producto Interior Bruto de España en ese período. A esta cantidad habría que añadirle además los daños provocados a los cultivos, los ecosistemas naturales, así como en otro tipo de bienes y de cualquier naturaleza.
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