El problema de los desechos plásticos en la contaminación de ecosistemas parecía poder resolverse a través de los nuevos materiales biodegradables que están empezando a utilizarse con este fin. Sin embargo, los expertos alertan al respecto, advirtiéndonos de que no siempre son una solución.
El quid de la cuestión radica en el concepto mismo de biodegradabilidad, es decir, en la facultad de algunos materiales de descomponerse sin polucionar el entorno con sustancias químicas.
Un entorno no propicio
El tiempo que puedan tardar en descomponerse y las condiciones que precisan para ello, en muchas ocasiones convierte la alternativa del bioplástico en una solución a medias.
O, siendo más exactos, en una mala solución, pues si bien son materiales biodegradables, que pueden descomponerse en químicos naturales mediante la acción de agentes naturales, éstos no suelen ser los adecuados para que se lleve a cabo el proceso.
Entre otros, el sol, es decir, la temperatura que éste proporciona, los microorganismos, el agua, las plantas o, sin ir más lejos, los mismos animales. De uno u otro modo, se produce un proceso biológico natural. O quizá no, y éste es el problema.
Aunque se pueden crear las condiciones óptimas para acelerarlo, la naturaleza lo puede hacer por sí sola, pero en cualquier caso ser biodegradable no es sinónimo, por sí mismo, de no contaminación. En suma, no siempre bastará con dejar que pase un cierto tiempo si no se dan una serie de circunstancias para poder determinar un tiempo concreto. Ese tiempo necesario para que el proceso se inicie y finalice, -lo que puede significar tanto tiempo que realmente no pueda decirse que hacemos un favor al entorno-, o que simplemente no se cumplan una serie de requisitos y no tenga lugar la desintegración. En caso de propiciarlos, podría ocurrir que que se precisen tratamientos que no siempre son ecológicos.
Mientras la piel de la fruta suele tardar apenas unos meses en descomponerse y cinco años la madera, el vidrio necesita miles de años, mientras metales como el hierro no lo hace hasta que transcurren millones de años. En el caso del plástico biodegradable, encontramos un pequeño gran inconveniente: la temperatura del mar no es suficientemente alta como para iniciar esa descomposición, apunta un reciente estudio de la ONU.
De acuerdo con el informe, publicado esta semana, la mayoría del plástico es demasiado duradero, con lo que la degradación en el medio ambiente no se produce tal y como creemos cuando optamos por los plásticos biodegradables. No se trata, por lo tanto, de una alternativa sostenible, advierte Jacqueline McGlade, científica jefe del Programa Medioambiental de la ONU.
«Una gran cantidad de estos plásticos biodegradables que usamos como bolsas de la compra solo se descomponen a temperaturas de unos 50 grados centígrados, y en el océano no se alcanzan», explica.
Por si no fuera suficiente, McGlade apunta que hay que tener en cuenta que se hunden, y al no estar en la superficie el sol no llega hasta ellas. A juicio de la experta, la mejor manera de solucionar el problema es reduciendo su uso y recolectando más cantidad de desechos plásticos para luego reciclarlos, sobre todo en las regiones más desarrolladas del planeta, donde el consumo masivo de este material se ha convertido en uno de los problemas ambientales más graves actualmente, junto con el cambio climático o la deforestación.
Por último, el informe de la ONU lamentó que no haya habido una reacción más temprana para atajar este serio problema. «Las advertencias de lo que iba a ocurrir fueron reportadas en la literatura científica a principios de los setenta, con poca reacción por parte de la comunidad científica».