Luces y sombras del aceite de palma


La cara y la cruz del aceite de palma, sus luces y sus sombras, forman parte de su historia como producto sobreexplotado por el ser humano en un sinfín de aplicaciones que van desde las alimentarias hasta las cosméticas o, por ejemplo, para su uso como biocombustible.

En sus aplicaciones comerciales, el aceite de palma se nos vende como un «aceite vegetal», una denominación que sin duda lleva a engaño, pues lejos de ser un producto ecológico, para producirlo se deforestan selvas y bosques, destruyendo ecosistemas completos de forma irrecuperable.

Los problemas de salud que ocasiona su excesivo consumo por tratarse de grasas saturadas (vegetales pero saturadas, es decir, no saludables, como ocurre con la manteca de coco) son otro de los grandes inconvenientes de este producto, cuya producción tanto preocupa a grupos ecologistas y asociaciones de consumidores de todo el mundo.

Las luces

Puesto que un producto será ecológico cuando lo sean su forma de producción, cualquier aspecto positivo relacionado con el aceite de palma siempre quedará ensombrecido por la terrible lacra de la deforestación que conlleva. Sin embargo, lo cierto es que se trata de un producto versátil, de gran rendimiento por hectárea y bajos costes de producción.

Una iniciativa positiva consiste en abordar mediante el reciclaje el problema de los residuos de aceite de palma que genera esta gigantesca industria (200 millones de toneladas de desechos anuales) con la creación de papel y otros productos ecológicos de papelería producidos de forma sostenible. Se trata de un campo todavía incipiente, en el que destaca Palm Republik como proyecto pionero.


Si bien el reciclaje de los residuos de aceite de palma es interesante desde un enfoque verde e incluso ayuda a disminuir la deforestación, la verdadera solución pasa por evitar la desaparición de bosques de gran riqueza ambiental, en los que habitan especies en peligro de extinción como ocurre, por ejemplo, con los orangutanes de las isla de Borneo. Por contra, se experimenta un crecimiento constante de las plantaciones en todo el área tropical, especialmente en Malasia e Indonesia, sin olvidar Colombia y Ecuador, normalmente en detrimento de las áreas forestales.

Paradójicamente, su consumo en fresco, sin refinar, puede resultar beneficios por su concentración de vitaminas A y E. Y lo mismo puede decirse de su transformación en biocombustible, una avance en energías renovables que no puede considerarse como tal si tenemos en cuenta el modelo agrícola.

En un intento por detener esta deforestación, el Parlamento Europeo limita la producción de combustibles a partir de cultivos como el maíz, la soja, el girasol o el aceite de palma a un 6 por ciento del consumo final de energía en los transportes. Aún así, la importación de aceite de palma en la UE sigue siendo enorme.

Las sombras

Todo lo que conlleva la actual producción masiva de aceite vegetal y el consumo de grandes cantidades -cada europeo consume cerca de 60 kilos anuales- arroja datos preocupantes a nivel ambiental y de salud. No en vano, estamos hablando de la principal fuente de aceite vegetal del planeta, con decenas de toneladas producidas cada año para su uso en productos de nuestra vida cotidiana tan comunes como la bollería industrial y la comida preparada en general, margarinas, conservas, chocolates, helados, cosméticos, detergentes, jabones…

En prácticamente todos ellos hay una gran confusión en el etiquetaje. Resulta casi imposible saber si está presente en la composición de un producto. Afortunadamente, a finales del 2014 los fabricantes de la UE tendrán que incluirlo como ingrediente en el etiquetado.

¿Pero, tan nefasto es el aceite de palma? No, considerado aisladamente. Su sobreexplotación dentro del actual sistema o modelo industrial es el principal problema. Más allá de que su consumo sea más o menos saludable, la industria alimentaria que prima los productos elaborados y azucarados y condiciona los modelos de alimentación multiplica este riesgo de un modo importante, cobrando unas dimensiones que sí consituyen un peligro para la salud pública.

Por lo tanto, lo grave no es su plantación, sino su plantación descontrolada en busca de pingües beneficios, y tampoco sería problema un consumo esporádico dentro de una dieta balanceada baja en grasas. Como siempre, los excesos y la falta de escrúpulos se pagan, tanto a nivel ambiental como de la salud personal del consumidor, y el aceite de palma es un buen ejemplo de ello.

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