No sólo son perfectas para hacer amigos y para fomentar el hábito de lectura. Estas pequeñas bibliotecas gratuitas, un auténtico fenómeno en Estados Unidos que aspira extenderse por todo el mundo, también animan a leer al aire libre, disfrutando de la naturaleza y reutilizando un libro sin colaborar en la tala de árboles.
La primera se construyó hace ya unos cuantos años en memoria de June A. Bol, en el patio delantero de una casa situada junto al río Hudson, en Wisconsin. Fue un amoroso homenaje de un hijo a su madre, una profesora, y en ella se ofrecían libros de distintas temáticas, especialmente de jardinería, y desde entonces los libros van y vienen.
Sus diseños enamoran. Cada uno es distinto del otro pero todos parecen inspirados en casitas de muñecas, y lucen como un atractivo buzón en la entrada de las casas tipo chalet o unifamiliares. Además, y esto es importante para los amantes de la naturaleza, es una excelente idea para hacer limpieza en casa sin tener que cometer el sacrilegio de tirar los libros a la basura. Además, los materiales empleados para hacerlas suelen ser de reciclados. En Nueva Orleans, como nota curiosa, se han empleado los restos del huracán katrina.
Estas urnas generosas regalan cultura a quien la busque …o se la encuentre: al extraño, al conocido, al amigo o al enemigo, a niños, a adultos y a ancianos. Sin duda, toda una demostración de generosidad y de hospitalidad con aquél que, simplemente, pasaba por allí, retándolo a hacer lo propio, a seguir con la cadena del reciclaje emulando la iniciativa o a través de una lectura enriquecedora sin fin.
La iniciativa ha ido extendiéndose hasta superar las 2.500, y según la organización que se ha creado sobre el tema, la Little Free Library, sobre todo busca el intercambio libre de libros en todo el mundo para crear una comunidad que intercambie habilidades, creatividad y sabiduría de generación en generación.