¿Por qué biodegradable no siempre significa ecológico?

Planeta hoja
Biodegradable no siempre significa ecológico. De hecho, los productos biodegradables pueden dañar el entorno a consecuencia de su impacto ecológico, en ocasiones mayor del que imaginamos. En este post te damos algunas claves al respecto que te ayuden a mejorar tus eco gestos.

Por lo general, solemos creer que para ser ecológico hemos de optar por los productos biodegradables. Es decir, por aquellos materiales o desechos orgánicos que se degradan de forma aeróbica o anaeróbica (con intervención o no del oxígeno, respectivamente) gracias a la actividad de organismos vivos, normalmente bacterias.

Lo biodegradable y sus peros

El resultado es lo que se llama biodegradabilidad, la facultad que tienen esos desperdicios para descomponerse y reintegrarse a la naturaleza, un proceso cuya duración varía en función del producto de que se trate. Desde un papel que se biodegrade en cuestión de días hasta una colilla, que precisa años y años.

Así las cosas, no parece haber problemas. ¿Acaso no se reintegran a la naturaleza? ¿Qué objetar, entonces? Un estudio publicado en la revista Environmental Science and Technology hace luz al respecto.

El estudio concluyó que los productos biodegradables no siempre son ecológicos. Como principales problemas para poder considerarlos como tal mencionaban el tiempo que puedan tardar en descomponerse y qué tipo de descomposición realizan. Si ésta es anaeróbica, se convierten en una fuente de gases de efecto invernadero.

En concreto, emiten metano, un gas tremendamente polucionador, que supera en más de 25 veces el efecto climático producido por el dióxido de carbono. Se trata de un tipo de descomposición muy habitual cuando los desechos van a parar a vertederos en los que la descomposición es de este tipo.

¿La solución? Son dos, en realidad. La primera y más inmediata es prevenir. Es decir, minimizar el uso de cualquier tipo de producto o, lo que es lo mismo, intentar seguir en la medida de lo posible la regla de las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar, en este mismo orden. Se trata de una norma ecológica considerada el abc del comportamiento eco-amigable.

Por lo tanto, que un material sea biodegradable no significa que podamos usarlo con toda tranquilidad. Siempre que se pueda sustituir por otro producto o prescindir de él deberíamos hacerlo. Son muchos los casos prácticos, por ejemplo el uso de un vaso de cristal en lugar de otro de cartón o plástico bio, por muy biodegradable que sea.

Por lo general, los productos desechables y envases de cualquier tipo son un elemento indeseable. Si no tenemos otra opción (que sí suele haberla, solo hay que intentar encontrarla y ser ingeniosos, si fuese necesario) siempre será mejor un producto bio que no otro que no pueda reciclarse. Pero a su vez es fundamental separar la basura para que el reciclaje o descomposición se realice de forma conveniente.


En algunos vertederos, -pocos, pero se trata de una inciativa prometedora, muy interesante-, se han instalado sistemas de aprovechamiento del metano, con lo que si bien la combustión es anaeróbica, ésta se aprovecha para generar energías limpias.

Sin embargo, nada hemos de temer cuando decidimos hacer compost casero con los desechos de la cocina o, por ejemplo, con los restos de poda del jardín. En este caso, la descomposición es aeróbica y además se produce de forma controlada y relativamente rápida. Por lo tanto, como suele ocurrir cuando queremos tener un comportamiento eco responsable, la información es clave.

Estar informados nos ayuda a tomar mejores decisiones. No siempre podrán ser todo lo verdes que nos gustaría, pero tener conciencia ambiental y ser inquietos hace una gran diferencia. Si, además, eso se traduce en gestos que contribuyen a mejorar el planeta de forma importante, entonces miel sobre hojuelas.

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