Corren malos tiempos para la lírica, sobre todo si componemos nuestras obras a la luz de una bombilla. No lo digo sólo por los abusivos precios de la factura de la luz, que también, sino por los extremos a los que está llevando el Gobierno su reforma energética, especialmente con la penalización del autoconsumo.
Como es sabido, a falta de conocer la totalidad de los textos normativos, la reforma no sólo no promociona el uso de energías renovables, sino que hace todo lo contrario, llegando límites insospechados que dan vergüenza ajena. Sinceramente, no puede decirse menos del nuevo Real Decreto sobre autoconsumo, que dispara con bala cuando recoge la figura del delincuente solar, un nuevo tipo de delito cometido por algo tan inocente y teóricamente libre como autoabastecerse con electricidad renovable.
Por lo visto, el sol no es de todos y no podemos ir por libre si queremos sacarle zumo. Sus suspuestos dueños no permitirán abusos o, lo que es lo mismo, nos harán pagar bien caro que busquemos alternativas a las grandes compañías eléctricas. Además de gravar la energía generada a nivel particular, se impondrán unas multas que pueden llegar a alcanzar cifras astronómicas que no tienen ni pies ni cabeza, llegando hasta los 60 millones de euros.
Sanciones de órdago
En concreto, en el anteproyecto de Ley se tipificará como “falta grave” no figurar en el registro de personas que se autoabastecen con energías renovables y no pagar el impuesto que han bautizado con el nombre de “peaje de respaldo”, que más parece el impuesto del diezmo medieval que otra cosa.
Así las cosas, no quedará otra que esperar nuevas tecnologías que abaraten la energía ecológica hasta tal punto que dejen caducas a las formas convencionales de generarla. Tiempo al tiempo…