Trucos fáciles para desperdiciar menos alimentos

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Despilfarrar alimentos es un pecado ecológico que viene mal a nuestro bolsillo y, dicho sea de paso, supone casi un insulto para las personas que están pasándolo mal y, en tantas y tantas ocasiones, ni siquiera tienen qué llevarse a la boca.

Lejos de lo que pueda parecer, conseguir que la comida no acabe en la basura es bastante sencillo. En realidad, no requiere un esfuerzo extra por parte de los distintos miembros de la familia. Bastará con una mínima organización para rutinizar tareas y hábitos, simplemente.

En este post vamos a dar una serie de pautas muy básicas y fáciles de aplicar para conseguir grandes resultados de forma rápida, con lo que de forma simultánea ahorraremos comida, dinero y, además, daremos una valiosa lección a los más pequeños de la casa sobre el valor de la comida, del ahorro, del comportamiento responsable y de la sostenibilidad.

Además, toda la familia aprenderá al respecto, incluidos nosotros, pues no hay mejor manera de entender la importancia de llevar una vida eco-amigable hasta que se obtienen las ventajas gracias a una práctica cotidiana satisfactoria.

Ayudar a solucionar el problema

Si el objetivo es desperdiciar menos alimentos, se trata de un fin amplio, que consiste en darle a la comida el valor que realmente tiene. Tengamos en cuenta que, si la basura orgánica contamina, también lo hace la producción y transporte de alimentos, su preparación, conservación…

En cifras, cada año la huella de carbono asociada a los residuos de alimentos representa la friolera de 3,3 mil millones de toneladas de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Además, se utilizan más de 250.000 litros de agua para producir alimentos que finalmente se echan a perder o se desperdician. Su producción y su transformación en basura por despilfarro es un problema que podemos ayudar a solucionar poniendo un poco de nuestra parte.

¿Cómo arreglárnoslas?

Vayamos a lo fácil, a aquello que podemos cambiar de forma rápida, sin esfuerzo alguno. Será suficiente con cambiar el chip para tomar la decisión adecuada. Por ejemplo, además de organizarnos con una lista de la compra, no cabe duda de que los descuentos en los grandes formatos son una tentación y, de hecho, a menudo pueden ser una compra ecológica por aquello de requerir menos envases.

Sin embargo, si no se utiliza todo el producto y una buena parte acaba en la basura por caducidad, por hacerse rancio o por cualquier otro motivo, mejor no optar por estos envases familiares. Hagámoslo solo cuando tengamos la seguridad de que vamos a utilizarlo todo.

La moraleja es válida para otras muchas situaciones. Elegir formatos que se ajusten a nuestras necesidades significa también, pongamos por caso, no cocinar más comida de la necesaria ni poner demasiada ración en los platos para evitar que queden restos.

Un truco que funciona consiste en cambiar la manera de servir. Al servir porciones más pequeñas y dejar la oportunidad de repetir luego si se desea estamos consiguiendo que cada uno coma según sea su apetito y, en el caso de los niños, bastará con controlarlos para que no dejen sistemáticamente aquello que no les gusta, como la verdura o el pescado.

Nevera
Aprender a utilizar los restos es otra baza que nos ayudará a alcanzar nuestra meta sin esfuerzo. No se trata de romperse la cabeza pensando cómo convertir unos restos en un plato sabroso. Si ya es difícil planificar las comidas, saber qué hacer con los restos puede convertirse en un fracaso.

Por contra, si tenemos varios trucos en mente será fácil convertir cualquier resto en un plato apetecible. Más allá de la ropa vieja, aunque es una opción interesante, los restos de pollo o de ternera son fáciles de combinar con hortalizas para hacer las típicas fajitas o, por ejemplo, los restos de puré de patatas se convierten fácilmente en croquetas de salmón o de cualquier otro pescado y también nos será útil para hacer croquetas de carne picada o un pastel de carne.

Y al contrario, si sobra carne o pescado, añadamos el puré para hacer esas croquetas. Igualmente, las bases de hojaldre o de masa quebrada, tipo pizza, son perfectas para hacer quiches, tortitas, empanadillas o directamente pizzas. Por otro lado, si no hay comida suficiente para que todos coman lo mismo, podemos poner distintos platos en el centro para que cada uno pique lo que le apetezca.

La importancia de la conservación

Como norma general, la mayoría de los alimentos perecederos se mantienen durante más tiempo en el refrigerador (aprendamos también a colocarlo en el lugar idóneo), incluyendo la fruta e incluso el pan y, por supuesto, tengamos bien claro qué hemos de congelar para evitar problemas de última hora que acaben con la comida en la basura por un despiste.

Además, por mucho que nos guste variar, no abramos una caja, lata o envase de cualquier otro tipo si no vamos a darle un uso regular. Abrir distintos envases a la vez es un modo y, en todo caso, si lo hacemos, usemos envases herméticos o elijamos el mejor lugar para conservarse, ya sea la nevera o un armario que no esté cerca de ningún electrodoméstico, ya que a menudo se recalientan.

Y, por aquello de las tres erres, una regla de oro para todo ecologista que se precie, tengamos presente que lo suyo es primero reducir, luego reutilizar y en última instancia reciclar. En el caso de la comida, evitemos desperdiciar, y si sobra, aprendamos a sacarle partido, bien reutilizándola o echándola al compost, una buena manera de reciclarla.

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