Una máquina recicla botellas para salvar las playas


El invento es realmente ingenioso, y lo mejor de todo es que su lado práctico resulta eco amigable para la preservación de las playas. Se trata de una máquina de cervezas poco convencional. No, no, la cosa no consiste en echar las monedas y esperar a que caiga un botellín bien fresquito. Curiosamente, el proceso es el inverso.

En efecto, la idea es aquí justo la contraria: hemos de introducir una botella, dos, tres… las que deseemos, pero vacías. Cuantas más mejor, porque en su interior la máquina las pulverizará hasta convertirlas en fina arena.

Objetivo: salvar las playas

El problema de la progresiva desaparición de las playas, concretamente de su arena, podría encontrar en este invento una tabla de salvación. Del mismo modo que es el hombre el que provoca este tipo de problema, también esta iniciativa humana intenta evitar que siga avanzando.

Su uso y abuso en plan masivo como material de construcción está acabando con auténticos paraísos naturales, puesto que cada año se emplean millones de toneladas de arena de playa para este y otros usos.


Las costas de Nueva Zelanda están sufriendo esta situación de forma importante a consecuencia del creciente e imparable fenómeno de la urbanización. Pero, como en universo de los superhéroes, una heroína, llamada «DB Export Beer Bottle Sand» podría impedir que el problema fuese a más.

La marca DB Export, también neozelandesa, pone su granito de arena para ayudar a solventarlo aportando arena a la construcción que procede de sus botellas de cerveza. Tras su reciclado, la «DB Export Beer Bottle Sand» obtiene una arena idónea para su uso en la construcción, con lo que preservan la de la playa.

¿Pero, realmente es una solución factible? Si se extendiera su uso sí se generarían grandes cantidades de arena, puesto que una sola botella genera alrededor de 200 gramos de arena.

Actualmente, la máquina se ha colocado en bares a lo largo del país y su producción se produce en tiempo real. Todo un espectáculo que, por otra parte, apuesto a que anima a la gente a acudir a los bares que cuenten con esta pequeña gran atracción.

Supongo que el coste de la botella irá a cargo del consumidor, puesto que se trata de un gesto ambiental que puede realizar el cliente si lo desea, pero desconozco este detalle.

¿Es realmente ecológico?

Hasta aquí, la parte positiva. Pero, como todo, también este invento tiene sus contras. Como mínimo, plantea una serie de interrogantes, como los siguientes: su lado promocional, puesto que el hecho de fabricar la cerveza en sí mismo también supone una importante huella de carbono, además de un impacto ambiental en otros aspectos.

Sería interesante, por lo tanto, contar con una cerveza cuya fabricación tuviese un bajo impacto ambiental, básicamente ecológica que, además, pudiese convertir sus botellines en arena gracias a esta increíble máquina.

O quizá ni eso siquiera, porque por otro lado se está prescindiendo de envases que podrían reutilizarse, previo lavado, lógicamente, para otras cervezas. Por lo tanto, el invento tiene un claro coste económico y ambiental añadidos que habría que valorar a una mayor escala, si bien como reclamo podría compensar a esta marca en particular.

Igualmente, uno se planeta que si el invento realmente vale la pena debería llevarse a cabo de forma institucionalizada con el fin de ampliar su positivo efecto, puesto que podrían incluirse otras muchas marcas para el reciclaje del vidrio con este objetivo.

Sea como fuere, como idea resulta divertida y práctica. Analizando de forma rigurosa aspectos como los apuntados podría llegarse a una conclusión más realista sobre su conveniencia a nivel de respeto ambiental. Pero no cabe duda de que, por otra parte, ayuda a concienciar sobre la importancia de reciclar y conservar los entornos naturales. Una idea que bien merece un brindis.

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