Baterías biodegradables que se disuelven dentro del cuerpo


No sé yo si este invento no nos convierte a todos en potenciales conejillos de indias, aunque tampoco hay por qué desconfiar. Aún así, no puede negarse que da cosa imaginar que el futuro de la eficiencia energética pase por este tipo de inventos. Por lo pronto, el dispositivo tiene una prometedora utilidad médica, si bien el día de mañana podría servir para fines ambientales, entre otros muchos.

Ingenieros de la Universidad de Illinois han desarrollado una batería biodegradable que permite detectar problemas de salud en el cuerpo antes de acabar disolviéndose dentro del cuerpo pasadas tres semanas. Según se publica en la revista Nature, los investigadores crearon el dispositivo con material biodegradable para evitar cualquier posible problema de salud.

Es todo un trabajo de nanotecnología de vanguardia puesta al servicio de la medicina, con el objetivo de desarrollar la tecnología biomédica para monitorizar tejidos e incluso poder llegar a distribuir tratamientos dentro del cuerpo. Básicamente, su implantación ayuda a rastrear los signos vitales de un paciente emitiendo señales inalámbricas al exterior gracias a la corriente eléctrica que se produce en el interior de estas baterías.

Para su fabricación se utilizaron ánodos de papel de aluminio de magnesio y cátodos de hierro, molibdeno o tungsteno. Una combinación de metales nada casual, pues todos ellos tienen la doble característica de poder disolverse en el cuerpo y la de poseer iones biocompatibles en muy bajas concentraciones.

Su diseño también incluye una solución salina tamponada con fosfato a modo de electrolito como unión entre los electrodos y una envoltura de polianhídrido, un polímero biodegradable. En suma, sus materiales al completo se absorben por el organismo sin provocar problema de salud alguno, de un modo prácticamente inocuo. O, al menos, sin liberar productos químicos nocivos, apuntan sus creadores.

Aumentar su duración: el gran reto

El funcionamiento se ha conseguido durante un sólo día, pues sólo durante este tiempo se logró mantener la corriente y la tensión necesarias. En pruebas futuras se trabajará para conseguir que el metal utilizado para el cátodo logre una actividad a más largo plazo. En concreto, el equipo espera mejorar la potencia por unidad de peso de la batería mediante aumentando la superficie de la lámina de magnesio para así aumentar su reactividad y hacerla más durable.


De hecho, este es ahora mismo el punto débil del invento, por lo que ha de insistirse al máximo para conseguir mejores resultados en ésta y otras posibles aplicaciones. Hasta el momento, los investigadores han creado varios prototipos de distintas versiones de este pequeño monitor, pero fue imposible mantener una producción constante de energía más allá de esas 24 horas.

Mil y un usos

Este curioso dispositivo podría ayudar a solucionar un sinfín de problemas en áreas de lo más variadas, incluyendo posibles aplicaciones ambientales. En este caso, esta batería biodegradable actuaría como un sensor químico para valorar la polución en medios acuáticos.

Por ejemplo, sería de gran utilidad evaluando el alcance de los daños de un derrame de petróleo, con la gran ventaja de que su posterior disolución garantizará el respeto del entorno. Durante las pruebas, la batería de disolvió por completo en agua al cabo de tres semanas.

En implantes biomédicos también resultará de lo más versátil, ya que lograría liberar medicamentos de una forma controlada, lo que exigiría una mayor durabilidad de la batería. O, sin ir más lejos, servirían para actuar de inmediato, una opción idónea como respuesta ante ataques epilépticos, al tiempo que podrían buscar una infección, vigilar el desarrollo de los tejidos y transmitir los datos relevantes de forma inalámbrica a los médicos. Y, por supuesto, también llegaría a tener grandes aplicaciones en veterinaria.

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