Ser ecológico, tener gestos eco-amigables cotidianos, ya sea en el hogar en el lugar de trabajo, es una manera fácil de aprovechar las posibilidades que tenemos al alcance de la mano para ahorrar energía y, al mismo tiempo, un buen dinero cada vez que viene la factura de la luz.
Los consejos más habituales nos recomiendan hacer cosas como aislar la casa con el doble acristalamiento, tapando las ranuras de las puertas y ventanas, optar por la iluminación de bajo consumo, adquirir electrodomésticos de clase energética A+ o, por ejemplo, acabar con el consumo vampiro de electricidad.
Son recomendaciones que van resultándonos cada vez más familiares, y algunas incluso resultan cansinas, pero muy a menudo cuestan de llevar a cabo, sobre todo por falta de costumbre, cuando lo cierto es que resultan fáciles de aplicar, y el resultado bien merece la pena, pues son muy eficaces.
Más allá de mejorar la eficiencia y sostenibilidad de nuestro gasto energético, de aligerar nuestra huella de carbono, nos demuestran que el consumidor tiene la posibilidad de ahorrar un buen pellizco apostando por las buenas prácticas y, de paso, de hacer un valioso gesto ambiental.
Gestos eco-amigables para ahorrar
Animarnos a conocer nuevas maneras de mejorar esa eficiencia, a inventar o tomar nota de trucos que funcionan y no cuestan nada de implementar, es todo un desafío que nos ayuda a convertir los gestos eco-amigables en una constante caja de sorpresas la mar de prácticas, como ocurrirá si aplicamos cualquier de estos 5 curiosos trucos:
1. Iluminación selectiva: Crea espacios distintos que combinen una decoración e iluminación acordes con el sentido y utilidad del espacio. Aunque tengas luces que iluminan toda la estancia, combínalas con grupos de luz y con luces regulables para tener encendidas únicamente las luces necesarias. El ahorro será considerable si haces un uso inteligente de las luces.
2. Evita la formación de hielo: Como es sabido, el hielo actúa de aislante, con lo que se pierde eficiencia a la hora de enfriar el frigorífico. Optar por modelos no frost (no hacen escarcha) de bajo consumo y estar atentos en el resto para que la capa de hielo no crezca demasiado es importante.
3. Elige grifos idóneos: A la hora de cambiar los grifos, no sólo conviene que tengan aireador u otros limitadores (hay accesorios especiales) sino también un diseño adecuado, a ser posible con forma de monomando, pues permiten mantener la temperatura elegida durante más tiempo una vez cerrado.
4. Secado de la vajilla al natural: Para secar la vajilla no es necesario utilizar la opción eléctrica. Hay una que también da resultado, sin necesidad de tenerla encendida. En lugar de utilizar el programa de secado, cuando finalice el lavado, abrimos la puerta y sacamos las bandejas con toda la carga, para que se seque con el aire. Sólo es cuestión de esperar un ratito para que el agua acabe evaporándose, con lo que platos, cubiertos y vasos finalmente se secarán, sin necesidad de gastar energía de forma innecesaria.
5. Radiadores y plancha, un buen tándem: Si vamos a planchar ropa ya seca, dejémosla unos minutos cerca del radiador y el calor que absorba servirá para que la tela esté más blandita y las arrugas desaparezcan fácilmente. Así lograremos que el tiempo de planchado se reduzca, con lo que también acabaremos antes de hacerlo, y nos será más fácil lograr buenos resultados. Además, no olvidemos mantener los radiadors limpios, pues la suciedad no deja que el calor fluya. Y, por último, también podemos hacerlo a la inversa, aprovechando la ropa casi seca, pero todavía ligeramente humedecidad para que un ligero planchado baste para acabar con todas las arrugas de forma rápida.