El glifosato es un «probable cancerígeno», según la OMS

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El glifosato es el principal componente del Roundup, el herbicida más vendido y utilizado en el mundo pero, con suerte, cada vez lo será menos. No solo porque la OMS lo ha declarado recientemente como «probable» cancerígeno para los seres humanos, sino porque en algunos países ya está empezándose a prohibir su venta.

Además de algunas que otras prohibiciones e iniciativas institucionales, el activismo científico está haciendo una iportante labor a nivel mediático. Según advierten científicos de prestigio y concluyen numerosas investigaciones, el uso de Roundup (cuyo principio activo es el glifosato) supone un «gran peligro» para la salud, ya que que puede causar alteraciones en nuestro metabolismo, provocar patologías de distinto tipo, como enfermedades del sistema endocrino y cánceres.

Igualmente, las organizaciones verdes no dejan de recordarnos que su uso en en realidad un abuso que da horror y pavor, tanto por lo que respecta a la salud de las personas como del planeta.

La cruzada que WWF y Greenpeace mantienen contra Monsanto, creador y comercializador del glifosato, para lograr su prohibición es solo un ejemplo del movimiento que las ONGs están llevando a cabo en los últimos años.

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Sin embargo, pese al estado de alerta creado el glifosato puede emplearse. Es decir, salvo excepciones, su uso sigue siendo legal en la mayor parte del mundo. Por ejemplo, en Estados Unidos, un país de referencia, las cosas podrían cambiar pronto, pues actualmente la Agencia de Protección Ambiental está decidiendo si su uso debería limitarse o suspenderse.

Entre los principales activistas del país se encuentra el célebre actor Chuck Norris, completamente entregado a la causa por considerar que el uso intensivo de glifosato es un atentado contra plantas, animales y personas. «El problema es que la amenaza no es clara ni tampoco las acciones que debemos tomar para enfrentarlo, y ello complica que evitemos usar eso que nos es tan tóxico», se lamenta.

Prohibición en Francia

A mediados del pasado mes de junio, la ministra francesa de Ecología, Ségolène Royal, anunció la prohibición de la venta libre en tiendas de jardinería del herbicida por considerarlo potencialmente cancerígeno.

¿Y en España?

En España hay un total de 125 productos que contienen glifosato y solo 10 de ellos dejarán de estarlo en 2017, a pesar de que la autorización en la UE terminó en el 2015.

Si su número es importante, lo que de verdad asusta es la variedad de usos, que van desde la agricultura, cuidado de bosques o silvicultura y la jardinería. En nuestro día a día fácilmente podemos entrar en contacto con el glifosato, ya sea a través de los alimentos, el aire, el agua o entornos que son muy frecuentados, como los jardines, bosques o campos.

¿Es cancerígeno?

Mientras la transnacional minimiza sus efectos, asegurando que «todos los usos del glifosato incluidos en la etiqueta son seguros», los estudios independientes dicen lo contrario.

Entre otras enfermedades, se cree que puede dañar gravemente el riñón, actuar como disruptor endocrino y causar infertilidad, entre otros efectos, así como provocar linfomas. Recientemente, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, perteneciente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), atribuyó un mayor nivel de peligrosidad al glifosato.

Al considerarlo «probablemente cancerígeno para los seres humanos» tuvo que elevar su nivel de peligrosidad que, según los parámetros de la OMS significa que existe una «evidencia limitada» de que lo sea en seres humanos pero una «fuerte evidencia» en animales.

Por lo tanto, hasta que la ciencia no consiga pruebas que demuestren de forma concluyente que es cancerígeno en humanos prohibirlo sigue siendo una excepción. La prevención, sin embargo, sin duda aconsejaría hacerlo.

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