Un buen aislamiento es sinónimo de gastar menos energía. Tanto para enfriar como para calentar la casa o controlar la humedad. Es decir, evitando las fugas térmicas sacamos más partido de la calefacción y del aire acondicionado.
Hasta aquí, ningún problema. No hay que ser lince un para entenderlo. El problema viene cuando se entra en detalles sobre cómo y dónde hacerlo, de qué manera empezar y qué tipo de aislamientos son más convenientes.
En este post vamos a dar una visión muy general sobre las distintas opciones que existen en el proceloso mundo del aislamiento de las viviendas.
No pretendemos ser exhaustivos. Tampoco servir de guía para realizar un proyecto, ni siquiera para tomar una decisión. El simple hecho de conocer la complejidad de la cuestión y el enorme abanico de posibilidades que existen al respecto ayuda a interesarse por ellas y, en fin, dar un primer paso.
Aislamiento interno, externo y estructural
Puertas y ventanas deben aislar cuando están cerradas. Si no vamos a cambiarlas podemos colocar cintas selladoras. No son la panacea, pero hacen una gran diferencia. Y, puestos a cambiar ventanas, tengamos en cuenta que además de un cierre hermético, el doble acristalamiento en ventanas ayuda a reducir a la mitad el gasto en climatización.
Pero recortar el consumo energético va mucho más allá de puertas y ventanas. Como es sabido, una casa puede aislar también techos, paredes y suelos. Hacerlo supondrá un cambio significativo. Para hacernos una idea, un aislamiento pobre puede suponer la pérdida de un 30 por ciento de la energía.
Como norma general, recordemos que las paredes exteriores, sobre todo las orientadas al norte y las buhardillas o áticos tienen muchos más puntos de fugas térmicas. También hay que tener especial cuidad con las uniones entre muros y suelos o techos.
Del mismo modo que podemos hacer un aislamiento interior, es factible realizarlo también externamente. Es decir, haciendo obras en la fachada. Incluso hay materiales de construcción innovadores, como el hormigón celular, idóneos para el aislamiento térmico, aunque tienen desventajas como una mayor fragilidad que el tradicional o deficiencias en el aislamiento acústico.
En el mercado hay numerosos materiales aislantes para techos, cubiertas, muros y tabiques, con distintos niveles de resistencia. Tengamos en cuenta que un mismo tipo aislante tiene distinto nivel de protección a nivel térmico y acústico.
Materiales sin fin
Los materiales aislantes pueden ser de muy distintos tipos, niveles de toxicidad, precios y resistencia térmica (índice R), con la que se indica el nivel de aislamiento. A mayor índice, más poder aislante.
Sin embargo, todos tienen en común una serie de características: son ligeros, de fácil instalación y amortizables en unos cuantos años. Alrededor de cinco años en paredes y unos diez años en suelos. Su elección dependerá de la zona que deseemos aislar.
Las opciones van desde del poliestireno expandido o extrusionado, a las lanas minerales, los materiales reflectantes y otros productos ecológicos. Entre ellos, las fibras de madera o la madera misma, el corcho, la lana de cáñamo, lana de lino, de oveja o, por ejemplo, la lana de algodón, el musgo, las vegetaciones en forma de jardines verticales o en cubiertas…
El poliestireno extrusionado, por ejemplo, es impermeable, por lo que será perfecto para colocar bajo cubiertas o fachadas. Desvanes, techos, muros, tabiques… A pesar de su eficacia, su composición resulta tóxica.
También podemos dividir los aislamientos en cuatro grandes familias: aislamiento sintético (espuma de poliestireno, poliuretano, poliéster), fibras minerales, vegetales y animales (lana de roca, de vidrio, de madera o lino, entre otros) materiales renovables (corcho, papel reciclado, etc.) o mineral aislante (perlita expandida o vidrio celular), el tipo menos común.