Lo podemos encontrar en formulaciones cosméticas, medicinales y también como ingrediente alimentario, incluso en zumos, si bien el aloe vera es una planta accesible y fácil de cultivar. Sólo hemos de plantarla en una maceta o en nuestro pequeño jardín para tenerla siempre a mano, al natural y lista para poder beneficiarnos de sus propiedades durante todo el año.
Son archiconocidas sus virtudes medicinales para favorecer la expectoración o en problemas bucales, llagas o estomatitis, pero por inofensiva que parezca nunca debemos aplicarla ni consumirla en caso de tener problemas de salud de cualquier tipo. No, al menos, sin antes consultar al médico.
El uso externo del aloe (la parte interna gelatinosa) también se usa para fortalecer el pelo, incluso con masajes en el cuero cabelludo, y para tratar problemas de la piel aliviar el acné, las dermatitis producidas por reacciones alérgicas o por el sol, siempre con una aplicación directa.
Previene y regenera
Su aplicación sobre la piel es preventiva y regeneradora, con efectos equilibrantes para todo tipo de piel, si bien en algunos casos su uso repetido podría resecarla, un efecto evitable fácilmente si añadimos unas gotas de aceite de oliva. Y si las gotas son de limón potenciaremos su capacidad para aclarar las manchas oscuras de la piel.
La piel mixta o grasa quedará purificada, mientras las pieles sensibles o deterioradas sentirán u acción calmante de forma instantánea, siendo igualmente eficaz para calmar dolores musculares y reumáticos al reducir la inflamación de las articulaciones.
Además, si en algún momento no la tenemos a mano, es bueno saber que en el frigorífico conserva sus propiedades mientras la planta ofrezca un aspecto fresco y no se oscurezca el color, signo evidente de oxidación.
Lógicamente, siempre será mejor utilizarlo recién cortado para así poder beneficiarnos al máximo de sus numerosas propiedades anti-inflamatorias, cicatrizantes, suavizantes, analgésicas, antivirales o antitóxicas, entre otras muchas.