Esta es una historia curiosa, y el resultado ha sido de respeto a un árbol centenario, que camina hacia esa barrera mágica de los mil años. Sin embargo, en este caso no ha sido un acto que pueda definirse como eco amigable.
Muy al contrario, se trata de una historia en la que el respeto hacia los árboles nada tiene que ver. Es más, se intentó talar el árbol para poder ampliar la estación de ferrocarril, tal y como demandaban los planes de obras. Finalmente no se hizo, pero lo cierto es que las intenciones distan mucho de ser ecológicas.
La superstición salvó al árbol
¿Qué ocurrió, entonces? ¿Por qué se decidió salvar el árbol? Si bien nadie niega que a muchas personas eran partidarias de preservarlo y de lo respetuosa que puede llegar a ser la cultura oriental con la naturaleza, la historia del árbol de la estación de Kayashima en Osaka nos lleva al terreno de las supersticiones.
Ni la veteranía del árbol ni la simple razón de respetar su vida porque sí fueron motivos considerados importantes. Si la estación de ferrocarril de Kayashima, situada al noroeste de Osaka, ha integrado en sus instalaciones a un fantástico árbol de alcanfor que estaba en los alrededores antes de su ampliación es por puro miedo.
Los sucesos que salvaron la vida al árbol acontecieron en los años setenta. Construida en 1910, fue en 1972 cuando se decidió ampliarla para poder dar servicio a las nuevas necesidades. Sin embargo, no pudo ser, fuerzas oscuras lo impidieron. O, si se quiere, no lo aconsejaron, y sencillamente no se atrevieron a cortarlo.
Las obras que planeaba hacer el municipio tuvieron que modificarse. El árbol se ganó su lugar en el mundo, el mismo que había ocupado durante siglos. La simple casualidad o las fuerzas de la naturaleza, según queremos verlo, se aliaron con el árbol.
La fatalidad parecía estar acechando a todo aquel que intentaba cortarlo. Curiosamente, todo aquel que trataba de talarlo sufría una desgracia. Al intentar cortarlo la primera ocasión alguien murió y luego volvió a repetirse la historia.
Al ocurrir dos veces tal cosa, se decidió no seguir intentándolo. Bastaron los dos sucesos luctuosos para interpretar que dentro del árbol vivía un espíritu peligroso. Por lo tanto, se entendió que los dioses protegían al árbol y talarlo era ir en contra de su voluntad.
Así las cosas, mejor no seguir tentando a la suerte. No se renunció a construir la estación pero se integró al árbol en la misma. Pudo más la superstición que el hecho de que el árbol fuese una riqueza natural, un bien ambiental de gran importancia para la comunidad y en realidad el mundo habida cuenta de su edad. Sin embargo, al final lo importante es que el árbol se ha respetado, para alegría de muchas personas que sí querían salvarlo por sí mismo, sin necesidad de más.
No fue fácil conseguirlo. Los vecinos tuvieron que manifestarse repetidas veces para lograrlo. Movidos por el miedo, y apuesto a que también por el deseo de salvar tan hermoso árbol, protestaron hasta salirse con la suya.
Finalmente, se demostró que era posible ampliar la estación sin cortar el árbol, si bien las obras se prolongaron y no finalizaron hasta los años ochenta. En suma, más allá de las peculiaridades de este caso, el resultado constituye toda una lección para otros casos similares.
Lógicamente, dejando a un lado los temas de las supersticiones. No en vano, honrar a un árbol tan longevo (junto a él encontramos una especie de altar) no precisa de estas motivaciones. Todo un ejemplo, aunque sea más por los resultados que por las motivaciones. Si algo trae un árbol es buena suerte…