La simple existencia del Solar Impulse, el primer avión solar del mundo capaz de cruzar océanos y continentes, así como los miles de kilómetros recorridos en los últimos años constituyen una clara demostración de que la aviación está a un paso de lograr el tan ansiado vuelo verde.
Sin embargo, aún no hay suficiente concienciación al respecto, ni tampoco voluntad para invertir en tecnologías que perfeccionen el invento para hallar una alternativa real a los aviones convencionales, lo que obliga a sus creadores a seguir generando noticias cada vez más sorprendentes, a ser posible de Guinness. Es así como, en un más difícil todavía, han despegado de nuevo, esta vez con el firme propósito de dar la vuelta al mundo en los próximos cinco meses.
Se intentará tal hazaña con el Solar Impulse 2 el sucesor del primer prototipo, con el que se culminaron con éxito varios vuelos de larga duración cruzando Estados Unidos con varias escalas, en Europa y Marruecos, siendo los primeros en lograrlo con un avión solar.
Una inédita vuelta al mundo
Como siempre, lo harán utilizando el sol como único combustible. Y es que el avión suizo Solar Impulse ha estado dando guerra en los últimos años sin utilizar ni una sola gota de gasolina. Pero ahora, además de usar energía solar, ha de culminar su objetivo: completar la vuelta al mundo, volviendo a su punto de partida a finales de julio o principios de agosto, concretamente a Abu Dhabi, capital de Emiratos Árabes Unidos.
La nave que ha despegado es la versión mejorada del primer Solar Impulse, que ha ido mejorando sus características con el fin de poder dar la vuelta al mundo. Su impresionante envergadura, de 72 metros, es similar a la de los aviones grandes de pasajeros, si bien es muy ligero. Necesariamente, ha de serlo, pues uno de los puntos débiles, que hay que mejorar, es el problema del peso.
Con sus 2.300 kilos, un peso similar al de un coche familiar habrá de cubrir 35.000 kilómetros, repartidos en 25 días de vuelo con velocidades de entre 50 y 100 kilómetros por hora.
Miles de células solares
El Solar Impulse 2 se alimenta de la energía del sol gracias a las 17.248 células solares ultraeficientes que recubren su estructura, capaces de suministrar energía a cuatro motores eléctricos de hélice, complementadas con unas baterías de polímero de litio, claves para volar de noche.
Si todo sale según lo previsto, y optimismo no falta, durante los 25 días de vuelo el piloto suizo Bertrand Piccard irá dejando atrás kilómetro tras kilómetro, así hasta 35.000, volando a 8.500 metros de altitud como máximo durante el día para atrapar los rayos del sol, y por la noche descenderá hasta los 1.500 metros cuando vuele sobre el océano.
Los curiosos pueden seguir a la aeronave en su página web (solarimpulse.com) con todo lujo de detalles, desde el recorrido o el consumo de energía hasta la ubicación exacta, trayectoria de vuelo, imágenes de la cabina, tiempo que el piloto dedica a dormir, la comida y agua que le queda, así como una transmisión en tiempo real de la sala de control.
Más allá de la anécdota, de la crónica de ese avión solar que busca superar su mayor desafío, sus creadores, Bertrand Piccard y André Borchberg, buscan convertir el Solar Impulse y sus logros en un símbolo de sostenibilidad. Su objetivo último, por lo tanto, es trascender los récords y buscar la normalidad, ese día a día de un futuro más verde.
Ser pioneros es una gran satisfacción para ellos, y un poderoso imán para atraer la atención mediática, un instrumento, al fin y al cabo, con el que concienciar al mundo de las grandes posibilidades que tienen las energías limpias. Porque, para Piccard y Borschberg las tecnologías limpias y las energías renovables «han dejado de ser imposibles».