Aquí el dilema no es si beber agua del grifo o agua mineral, sino de convertirla en un producto de auténtico lujo, y no solo para el bolsillo, sino también para el planeta. Aquí la salud no se ve afectada, puesto que se envasan en cristal y se trata de un agua realmente pura, proveniente ni más ni menos que de los glaciares del Ártico.
¿El problema? Los problemas surgen porque el consumo pueda estar provocando daños ambientales importantes. Tanto en cuanto a la huella de carbono generada, puesto que proceden del polo norte, como por lo que supone la explotación industrial de dicha zona, cada vez menos virgen.
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