Ya sean cosméticos, ropa, muebles o, por ejemplo, alimentos, solo hay una manera de reconocer un producto ecológico si pretendemos que tenga unas mínimas garantías de que realmente lo es. Y, sí, esa manera no es otra que la certificación.
Vaya por delante que hemos de ser conscientes de las limitaciones que conllevan estos certificados. Por oficiales que sean, y hablamos de logos de reconocido prestigio, como el de la Unión Europea, en realidad hay excepciones de todo tipo, con lo que el producto no es todo lo bio que esperamos.
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